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¿Cómo ha transformado la pandemia nuestra visión del liderazgo?

En la historia de la humanidad hay numerosas fotos que representan a líderes: reyes, generales, dioses… La sociedad está acostumbrada a seguir una voz y por ello tiene interiorizada la figura del líder. No obstante, los líderes en momentos de crisis son especialmente reveladores. Para mí esta foto de 1915 destaca por varios motivos: en primer lugar, porque aparece la tripulación formada por marineros y científicos que tenían la ilusión de hacer la primera travesía por la Antártida y de forma inesperada el barco Endurance quedó atrapado en el hielo, concretamente en el mar de Wedell, por lo que desaparecen sus sueños de gloria en la exploración convirtiéndose su nuevo objetivo en sobrevivir; en segundo lugar porque todas aquellas personas quedaron desorientadas e invadidas por el miedo, y es cuando más se revela la necesidad de un líder. Alguien que pudiera adaptarse a ese cambio límite y desconocido, y que además los llevase hasta una nueva meta, la supervivencia. Ese líder emergió y fue Sir Ernest Schackelton.  

De acuerdo con la revista Forbes, el liderazgo es “la capacidad de persuadir a un grupo de personas para que colaboren eficazmente en la consecución de un objetivo colectivo, algo que no pueden lograr individualmente”. El liderazgo en situaciones extremas es un claro ejemplo de cómo la figura de Shackelton, encarnando a esa persona que con autoconfianza, determinación, decisión y trabajo en equipo, conduce a los hombres hacia la consecución de un objetivo común. Con esta historia real, en la que Shackelton en 1916 logro que todos los tripulantes regresaran vivos, se pone de manifiesto la necesidad de un líder que posea las cualidades y capacidades necesarias para afrontar situaciones cambiantes y adversas, poner en orden a todo un conjunto de personas, evitar el caos y alcanzar así metas comunes.

La COVID-19 ha transformado prácticamente todos los aspectos de nuestra vida y, como tal, la figura del liderazgo no ha quedado exenta. En el contexto de cambio actual nos encontramos comúnmente abocados a la incertidumbre, a la sensación de aislamiento, a la desconexión entre personas, empresas y marcas. Sin embargo, un buen líder debe ser capaz de reinterpretar todas estas situaciones extrayendo un beneficio común.

La COVID-19 ha transformado prácticamente todos los aspectos de nuestra vida y, como tal, la figura del liderazgo no ha quedado exenta.

Esta transformación global ha conllevado un cambio de rumbo. Nos encontramos con nuevos modelos de trabajo y con la necesidad de las empresas de amoldarse a estas nuevas prácticas. A su vez, la necesidad de una transformación digital que nos permita realizar una transición a la completa digitalización apostando por nuevas formas de tecnología y el big data. Y, de igual forma, esta situación sin precedentes nos obliga a reparar en la necesidad de la digitivación de la pyme.  Queda demostrado que para paliar esta situación debemos hacer de la innovación la llave para aplacar el daño.

Habitualmente nos preguntamos cuándo volveremos a la normalidad, sin embargo, lo más adecuado es estar preparados para nuevos escenarios. Ser flexible y adaptarse al cambio se torna imprescindible. Y la figura del líder no ha de ser menos, pues, tal y como ya he dicho en ocasiones anteriores, en tiempos de adversidades, también es posible encontrar oportunidades. Los líderes pre-pandémicos no pueden servirse de su anterior experiencia, sino que deben ser capaces de transformarse en el perfecto capataz para sobrepasar una gran crisis. Se necesitan personas competentes y capaces de liderar en momentos de crisis, pero también que sean capaces de salir fortalecidos de las mismas. Todo un desafío.

Habitualmente nos preguntamos cuándo volveremos a la normalidad, sin embargo, lo más adecuado es estar preparados para nuevos escenarios. Ser flexible y adaptarse al cambio se torna imprescindible.

Liderazgo post-pandémico

Dos de las grandes aptitudes que debe tener un líder tras lo acaecido en el último año son la flexibilidad y la adaptación al cambio. Saber adaptarse a las circunstancias sin perder de vista los objetivos que cumplir y las metas que alcanzar. Esto, desde mi punto de vista, supone mucho más que una mera adaptación al momento. Supone estar preparado para cualquier metamorfosis del medio o de la situación, ser capaz de actuar de forma beneficiosa, no quedarse estancado. El futuro al que nos enfrentamos es totalmente incierto y la flexibilidad y la adaptación deben jugar un papel principal en el desarrollo de cualquier liderazgo.

Por otra parte, la resiliencia se alza como matriz del cambio. Conlleva compromiso, saber tomar las decisiones oportunas y adecuadas bajo presión, sin perder de vista el bienestar tanto de tus seguidores como de tus objetivos. Se trata de encontrar el equilibrio entre ser empático, saber enfrentar lo nuevo y salir fortalecido de ello. No es tan solo mitigar una crisis, sino conseguir la estabilidad por medio de la adaptación constante.

leadership graphic
Fuente: EY.com

No obstante, la figura del liderazgo tiene muchos más matices, especialmente en esta situación sin precedentes. Un líder tiene que ser humilde y optimista. No debe tratar de ocultar su inseguridad o su miedo a lo desconocido, a la vez que ese optimismo que encuentra oportunidades en la dificultad y puede retransmitir de forma creíble al equipo “Vamos a conseguirlo”. Demostrar tener conciencia del momento y de todo lo que ello conlleva le ayudará a buscar soluciones. En la misma línea, y tal y como presenta Deloitte en su artículo The heart of resilient leadership un buen líder post-pandémico tiene que contar con corazón y cabeza a partes iguales. Ser empático, pero al mismo tiempo racional para proteger los intereses y cumplir los objetivos. Mantener la conciencia del momento, pero sin olvidar la racionalidad y los datos significativos.

 Un buen líder post-pandémico tiene que contar con corazón y cabeza a partes iguales.

Por otra parte, es sumamente necesario ser capaz de articular una toma de decisiones rápida, concisa y con visión a largo plazo. Para mantener el bienestar y la seguridad de su comunidad un buen líder debe demostrar que no pierde el rumbo en ningún momento. Tiene que ir un paso por delante y tener capacidad de anticipación a nuevos modelos de trabajo y negocio. Solo se puede alcanzar la cresta de la ola si ya estás inmerso en el mar.

Como punto final, y aunque un buen liderazgo está marcado por numerosos aspectos tangibles, de acuerdo a cada situación, considero que es de vital importancia ser un líder honesto. En situaciones de crisis se ha visto innumerables veces cómo mal denominados líderes adoptaron una visión personal en algunos términos. No obstante, un buen líder no debe dejarse llevar bajo ningún concepto por un interés egoísta que interfiera en cualquier ámbito de su liderazgo, sea en cuestiones económicas, de negocio o sociales. Un buen liderazgo se define por la posición que tú decides tomar hacia tus seguidores, gobernados o empleados y, por ello, dejar la honestidad a un lado hará que pierdan su bien más preciado para contigo: la confianza. Recordemos que la importancia no es solo salir de la crisis, sino salir de ella fortalecidos.

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