Parece que la transformación digital ha entrado ya por la puerta grande en el mundo de los gigantes de la comida rápida. Y lo ha hecho de la mano de uno de sus titanes más grandes, la cadena McDonalds’s. Su CEO, Steve Easterbrook, es el responsable de la radical renovación recientemente experimentada por estos restaurantes y que todos podemos ver. Wifi, pantallas táctiles para hacer pedidos, nube y big data para responder con precisión a las demandas del consumidor. Revolución digital para ofrecer la mejor experiencia de cliente. Qué podría fallar.
Sin embargo, algo falla. Algo que, al principio, siempre lo hace cuando se trata de implementar un proceso de digitalización, de usar nuevas tecnologías para mejorar grandes empresas o pymes. Se trata del temor. Del miedo que a muchos trabajadores les infunde la llegada del ‘robot’ a su trabajo. Para muchas personas, también para los empleados de McDonalds’s, revolución digital suena incertidumbre. “Y, si la máquina lo hace todo, ¿qué será de mí?”.
Aunque la plena integración de la inteligencia artificial en el mundo del empleo es aún ciencia ficción, el ciudadano se va acostumbrando, poco a poco, a los pequeños cambios que las nuevas tecnologías introducen de forma casi imperceptible en su día a día. Vivimos rodeados de lo que se conoce como inteligencia artificial débil o ANI. Pero casi ni nos damos cuenta.
Hablo del tipo de IA especializada en un único ámbito fuera del que no sabría hacer nada más. De la Inteligencia integrada en los coches, los smartphones y hasta en el correo electrónico. El filtro de spam es un buen ejemplo de ANI tradicional. Sistemas de IA débil más complejos se emplean también en la industria militar, las finanzas y la medicina con total normalidad.
CUANDO APARECE EL MIEDO A LA NOVEDAD
Sin embargo, cuando estos cambios se implementan a gran escala y en toda su dimensión es cuando aparece el miedo a la novedad. Miedo a perder el empleo, miedo a no saber manejar esta u otra herramienta. Miedo, en definitiva, a ser sustituido por un trabajador fabricado de metal. Y este temor no es causal. Surge, como contaba en mi post sobre el valor que aportan los trabajadores humanos frente a los trabajadores robots, de la inquietud ante lo desconocido. Pasó en otras revoluciones, como las provocadas por la máquina de vapor, el telar o la televisión. Está pasando ahora, cuando nos toca vivir (o implementar) la Revolución Digital. Y volverá a pasar en el futuro, cuando nuevos avances vuelvan otra vez a cambiar nuestras vidas.
En los pasillos de los restaurantes de comida rápida ya se debate sobre los miedos y entusiasmos que despierta la Revolución Digital y el futuro que ha de venir. Se comenzará a hablar ahora (o eso esperamos) en el nuevo Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital y se está hablando también en centros de renombre internacional como el MIT.
Allí se ha celebrado, hace tan solo unas semanas, el encuentro titulado ‘El Futuro de las Personas’. Casi 12 horas de paneles y charlas impartidas por científicos, ingenieros, periodistas, sociólogos y emprendedores centrados en analizar las tendencias de futuro que se van a desarrollar, que ya se cuecen, en sus respectivos campos. El Objetivo: imaginar el futuro. Como telón de fondo, el debate de sentimientos y actitudes encontradas ante la novedad.
Desde esta tribuna, referentes como Jaron Lanier, escritor estadounidense e informático pionero en el campo de la realidad virtual, anima a los ciudadanos a “perder el miedo” a la inteligencia artificial con el argumento de que falta mucho para que el robot tenga las mismas características que el ser humano. Porque, a pesar de las aproximaciones al arte de Google DeepDream o a las soluciones de AlphaGo a problemas inesperados, aún nos queda el pensamiento abstracto, nos queda la creatividad. Quedan distintivos aún demasiado humanos.
Y TU ¿CÓMO IMAGINAS EL FUTURO?
Puede que tenga razón el escritor David Brin cuando dice que el rechazo a la tecnología, al avance científico en general que experimentan muchos ciudadanos, se debe a la falta de información, de referentes que permitan al ciudadano entender y asimilar las novedades. Brin aboga por fomentar el diálogo social entre los pioneros del cambio, aquellos que se adelantan y los que toman las decisiones, con quienes las tienen que implementar.
Faltan ‘puentes de entendimiento’ entre visionarios y decisores — puntas de lanza de la revolución digital– y el resto de la sociedad. Hay que solucionar este problema con iniciativas puntuales, con voluntad individual. Pero también con políticas que desarrollen este entendimiento mutuo. Porque estoy seguro de que es mejor construir un futuro ‘comprensible’ para todos y en el que todos podamos participar. Imaginar un futuro en el que todos nos sintamos bien integrados.
Yo imagino el futuro así. Y probablemente compartan conmigo esta visión del futuro muchos de los participantes del The Fastforward Challenge, una iniciativa puesta en marcha por un grupo de emprendedores en el marco de las actividades del MIT que busca la colaboración colectiva para responder a esta pregunta: ¿Te has preguntado alguna vez cómo será tu futuro dentro de 50 años en un mundo donde la tecnología y la ciencia sean aún más poderosas? Gran pregunta que augura interesantes respuestas. Y tu ¿Cómo imaginas el futuro? ¿Cuál es tu actitud ante el cambio que estamos viviendo y cuál va a ser ante los cambios que se avecinan? Cuéntamelo a través de mi blog, generemos ese debate social. Construyamos juntos el futuro.
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