Parece que Estados Unidos tendrá finalmente presidente y no presidenta los próximos 4 años. Contra todo pronóstico, los norteamericanos han decidido apoyar en las urnas al magnate republicano Donald Trump y rechazar a Hillary Clinton, cuya victoria hubiera significado la continuidad de las políticas llevadas a cabo en los últimos años por Obama en la Casa Blanca. Se abre, por tanto, un periodo de incertidumbre. Habrá que esperar hasta el 20 de enero para averiguar si Trump logra ser, como presidente, más moderado de lo que fue como candidato.Porque, una vez superada la tormenta electoral y con el poder en la mano, es necesario que llegue la calma. Necesario, por el bien de Norteamérica y del resto del mundo, que se dejen atrás desafortunadas declaraciones como las que el ahora presidente electo de Estados Unidos ha hecho durante toda la campaña. Sobre temas relevantes como la inmigración, las mujeres o sobre el empleo de la innovación y las nuevas tecnologías para hacer funcionar la economía.
Y es que venimos de un tiempo de bonanza para las TIC en Estados Unidos. La Administración de Barack Obama siempre ha tenido como prioridad impulsar la innovación y las nuevas tecnologías. Gracias a sus políticas en este campo, su Gobierno no sólo ha generado empleo, alcanzando el pasado julio la cifra récord de 255.000 nuevos puestos de trabajo gracias a soluciones aportadas por emprendedores como Mark Zuckerberg, Steve Jobs o Eric Schmidt. También ha abonado el terreno donde prosperan los emprendedores de Silicon Valley, convirtiendo este lugar en polo de atracción de innovación tecnológica y talento internacional.
En principio, debemos ser conscientes, porque así lo ha manifestado, que para Donald Trump las TIC no van a ser una prioridad. Un punto contradictorio en su discurso ya que, según los expertos, ha sido precisamente la maestría de su equipo en el uso de las mismas la que le ha granjeado un mayor número de apoyos entre los votantes. Al futuro mandatario lo que más le preocupan son temas como la cyberseguridad o la neutralidad de la red. Prefiere la censura.
También le preocupa que empresas tecnológicas como Apple fabriquen sus productos fuera del país, criticando abiertamente su política empresarial e incluso llamando a los ciudadanos a boicotear sus productos con el fin de forzarles a producir en Norteamérica. Con esta actitud, no es de extrañar que el pasado verano más de 145 ejecutivos de compañías tecnológicas firmaran una carta en la que mostraban abierto rechazo a las políticas de Donald Trump.
Lo que parece no preocuparle tanto es el futuro de la industria de la telefonía móvil, que podría verse obstaculizado por las políticas que Trump tiene en la cabeza al respecto. Instar a estas compañías a producir sólo en su país podría encarecer los costes de sus productos para los ciudadanos americanos. Por no hablar del debido respecto a las políticas de privacidad.
Tampoco le desvelan conseguir para Silicon Valley el mejor talento, ya que para él los trabajadores extranjeros son, por definición, una mala noticia. En este sentido, las empresas tecnológicas temen por el futuro del visado H1-B, la herramienta que estas compañías emplean para conseguir a los desarrolladores e ingenieros más experimentados. Para Trump, este visado es tan sólo otra forma de traer a Estados Unidos mano de obra barata.
Con todos estos puntos de vista, parece que se dibuja un panorama poco alentador para las TIC en Estados Unidos. No obstante, como dijera recientemente el presidente saliente de este país, lo último que podemos hacernos a nosotros mismos es dejarnos llevar por el cinismo. El pesimismo no ayuda a nadie jamás. Por eso animo a todos a dar al recién llegado un voto de confianza. Tenemos que confiar en que las controvertidas frases que nos han molestado a todos eran sólo una burda manera de forzar un titular. El objetivo ahora es mirar hacia delante y conservar la cordura. Trabajar. Porque, pese a quien pese, las TIC, las empresas, las personas, son el futuro por el que tenemos que levantarnos cada día para luchar.
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