Casi la mitad de los puestos de trabajo que existen hoy en el planeta podrían desaparecer en 20 años a causa del desembarco de los robots en el mundo laboral. Así lo advierte el informe ‘Robot Revolution’ , que ha elaborado Bank of America Merrill Lynch y que apunta también otros datos interesantes, como que la robótica aplicada en la empresa podría reducir los costes laborales entre un 18% y un 33% o que los robots en el trabajo aumentarán la productividad hasta en un 30%.
Y es que, aunque pueda sonar a disparate o a novela de ciencia ficción, la 4ª Revolución Industrial –la que protagonizarán la robótica, la inteligencia artificial y el Big Data– está ya casi a la vuelta de la esquina. Se ha hablado de sus posibles consecuencias económicas en el último Foro de Davos y sus aspectos legales han comenzado a debatirse este verano en el Parlamento Europeo sobre la iniciativa de la europarlamentaria Mady Delvaux, que ha puesto sobre la mesa todo un plan de medidas para regularizar la futura situación laboral de los ‘robots trabajadores’, a los que propone catalogar como ‘personas electrónicas’ que deberían pagar impuestos y cotizar a la Seguridad Social como lo hacen los seres humanos. ¿Prematuro? Es posible. Pero en estos asuntos, mejor prevenir que curar.
Es verdad que, en estos momentos, todos andamos enfrascados en llevar a buen puerto la denominada Revolución Digital. Pero la tecnología nunca duerme y ha seguido avanzando mientras nosotros –y nuestros negocios— estábamos todavía asimilando los cambios de la 3ª Revolución Industrial. Ha continuado transformando nuestras vidas sigilosamente, sin que a penas nos diéramos cuenta. Y el resultado de este proceso es que los robots ya no son lo que vendrá, sino una realidad que se ha hecho ‘carne’ en forma de secretarias virtuales, como Amelia de IPsoft; de asistentes de quirófano como Da Vinci, que ayuda a los cirujanos a operar con máxima precisión, o de inventos como Tally, un robot capaz de gestionar el stock de una tienda. Como herramientas guiadas por software que han automatizado muchos procesos.
Hasta tal punto está avanzando este proceso de integración de los robots en la empresa que recientemente Foxconn, una de las compañías de ensamblaje más grandes a nivel global, ha anunciado su decisión de despedir a 60.000 de sus trabajadores para sustituirlos por robots. ¿Qué ocurrirá cuando este tipo de decisiones se convierta en una tendencia? Pues que, probablemente, la 4ª Revolución Industrial despierte de nuevo en el trabajador humano el casi ancestral miedo a la máquina como destructora de empleo. El mismo fantasma al que despertaron revoluciones anteriores y que tendrá, como tuvo entonces, partidarios y detractores de la transformación que vendrá. ¿Debemos temer a los ‘trabajadores robots’?
Un estudio reciente del Centro de Investigación Pew de Estados Unidos revela que, por el momento, los empleados humanos no se sienten especialmente amenazados por los robots. Sólo al 11% de los encuestados por Pew les preocupaba la posibilidad de que la Inteligencia Artificial destruyese su puesto de trabajo a medio, corto o largo plazo. Sus principales desvelos estaban relacionados con la posibilidad de que una mala gestión llevara a la quiebra a su empresa (26%), con que se redujera la relevancia de su sector (22%) o con la posibilidad de que pudieran sustituirle por un candidato que cobrase menos dinero por sus servicios (20%). Preocupaciones, sin dudas, más propias de los cambios generados por la Revolución Digital.
Sin embargo, parece que pocos podrán sentirse ajenos al desembarco de la robótica en lo laboral: ya han entrado de lleno en sectores como la sanidad, el transporte, la banca o el trabajo administrativo, pero afectará a muchos más. Según una investigación de McKinsey, publicada en noviembre de 2015, el 45% de las actividades de particulares por las que hoy se paga pueden automatizarse ya con las tecnologías actuales. Sin embargo, no se hará a corto o medio plazo porque es mejor esperar a que la sociedad se adapte, a construir marcos legales y a redefinir muchos empleos como los conocemos en la actualidad. Por si alguien tiene curiosidad o quiere adelantarse, comparto el test creado por la organización para la innovación Nesta que responde a la pregunta ¿Podrá un robot hacer mi trabajo?
De cualquier modo, ante la revolución que nos toca vivir ahora –que es la Revolución Digital–y la que seguro vendrá, es necesario estar preparados. Divisar amenazas y oportunidades, reflexionar y actuar. ¿Cómo podremos los humanos hacer que nuestro trabajo aporte un valor singular? ¿Dónde y cómo podremos competir con las ‘personas electrónicas’ que están mejor preparadas que nosotros para hacer frente a tareas mecánicas sin desfallecer ni fallar?
Cerrar los ojos al cambio no soluciona nada, sólo nos impide el salto de la brecha digital. Competir con las máquinas tampoco puede reportar beneficios. La clave, a mi entender, está en enfatizar los valores que sólo los seres humanos podemos poner en marcha dentro de una organización: la empatía, la colaboración, la capacidad de improvisar frente a los imprevistos, la pasión o la creatividad son aún patrimonio exclusivo de la Humanidad y su principal valor estratégico.
Y sobre todos ellos, la voluntad de formación constante, la flexibilidad y el espíritu de colaboración hacen que el talento humano sea el mayor valor con el que puede contar una compañía para afrontar los cambios, los que están ocurriendo y los que vendrán. La Revolución Digital pidió primero al talento desarrollar capacidades digitales para manejar las nuevas herramientas tecnológicas. Después nos demanda desarrollar la denominada destreza digital o flexibilidad para adaptarse a diferentes roles y responsabilidades dentro de una compañía y poder colaborar. Quizá la revolución de los ‘robots trabajadores’ nos pida reafirmar nuestro valor como seres humanos, nuestra creatividad, el instinto. Puede que, a cambio, en lugar de combatirnos, nos liberen de la esclavitud del trabajo maquinal y nos dejen dedicarnos a hacer ‘cosas de humanos’, como reflexionar, compartir o dialogar. No estaría nada mal.
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