Seguro que muchos de los lectores aquí presentes recuerdan la figura de John Naisbitt y aquel revolucionario libro publicado en 1982, Megatrends, que configuraba los principales desarrollos sociales, económicos, políticos y tecnológicos que, según Naisbitt, darían forma al futuro.
Mientras redacto estas líneas no puedo evitar recordar este concepto que Naisbitt describía como megatendencia, la idea de que existen tendencias que tienen un impacto más amplio, profundo y duradero en nuestras vidas, instituciones y futuras generaciones.
El mundo de hoy está cada vez más interconectado a través de flujos de información, recursos, bienes y servicios, personas e ideas, lo que implica que, los cambios que se producen en una parte del mundo pueden afectar en la otra punta del planeta como un efecto dominó.
Recientemente la Unión Europea compartía en su informe Drivers of change of relevance for Europe’s environment and sustainability una síntesis de las megatendencias mundiales y europeas, donde identificaba 6 clústers o megatendencias que definirán los grandes cambios, tanto europeos como a nivel mundial.
Una de estas megatendencias es, a mi juicio, la sostenibilidad. Ya estamos comprobando el increíble impacto de la sostenibilidad en todos los aspectos de nuestra vida. La sostenibilidad entendida no solo desde el punto de vista medioambiental, sino como un concepto, una idea que está impregnando poco a poco cada uno de los aspectos de las empresas, instituciones y sociedad, haciéndolos despertar del letargo capitalista y -permitidme la osadía- abriéndonos los ojos a prácticas poco éticas para con el mundo. La sostenibilidad hace hincapié en la necesidad de pensar de manera holística y a largo plazo. Solo desde esta óptica podremos tomar decisiones que satisfagan nuestras necesidades del presente sin tener que condicionar las capacidades de las siguientes generaciones para satisfacer sus necesidades en el futuro.
“Solo de este modo [a través de la sostenibilidad] podremos tomar decisiones que satisfagan nuestras necesidades del presente sin tener que condicionar las capacidades de las próximas generaciones para satisfacer sus necesidades en el futuro.”
La sostenibilidad ya está teniendo un gran impacto en las empresas. Esta globalización o efecto dominó que comentaba, está obligando a las organizaciones a supervisar las cadenas de suministro de una manera responsable y a utilizar de manera consciente y eficiente los recursos naturales de aquellas zonas en las que operan.
Pero, si miramos hacia dentro de las empresas, también podemos ver estos cambios gestándose en términos de salarios competentes, en la seguridad en el trabajo, en políticas de no discriminación y diversidad, y en la imperante necesidad de desarrollar y mantener una cultura corporativa positiva con un sentido y propósito ético.
La sostenibilidad como megatendencia también explica el crecimiento de la inversión sostenible. A medida que las empresas tienen en cuenta la sostenibilidad en su toma de decisiones, los inversores deben hacer lo propio en la toma de decisiones. La consideración de los factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (los famosos factores ESG) están a la orden del día. Analicemos un poco de qué va todo esto de los ESG.
La importancia de atender a los factores ESG
Existen cuestiones que son difíciles de medir en términos monetarios y que no forman ya parte de las métricas financieras tradicionales, pero que afectan al rendimiento y al riesgo de las inversiones, a veces, de manera decisiva. Estos parámetros son los que se denominan como ESG: medioambientales, sociales y de gobernanza por sus siglas en inglés (Enviromental, Social and Governance Issues).
Cabe destacar que no existe un listado exhaustivo de cuestiones ESG. De hecho, muchas veces están interrelacionadas y puede ser difícil clasificarlas bajo un solo término. Según el instituto CFA, los inversores utilizan seis métodos para una inversión sostenible:
- El cribado por exclusión (eliminar las empresas de los sectores o países que se consideren censurables)
- El mejor de la clase (selección de empresas con resultados especialmente buenos en materia de ESG)
- Inversión temática (como, por ejemplo, un fondo de inversión centrado en el acceso a agua potable o energías renovables)
- Propiedad activa (compromiso a fondo con las empresas de la cartera)
- Inversión de impacto: (buscar empresas que tengan un impacto positivo en una cuestión ESG sin dejar de obtener una rentabilidad de mercado)
- Integración ESG (Inclusión de los factores ESG en el análisis fundamental)
Si bien en los 90 ya había inversores “preocupados” por la sostenibilidad, no ha sido hasta estos últimos años en los que hemos alcanzado el punto de inflexión en relación a estos parámetros.
De todas formas, todavía queda un largo camino por recorrer. A medida que los parámetros EGS se conviertan en un elemento más común en los procesos de inversión, las estrategias de las compañías con este foco medioambiental, social y de gobernanza, irán cada vez a más. Quiero pensar que estamos en el buen camino, que esta megatendencia nos arrojará grandes resultados a medio-largo plazo y que, tanto nuestra sociedad en el presente como las futuras generaciones, podrán sentirse orgullosos de las decisiones adoptadas.
“A medida que los parámetros ESG se conviertan en un elemento común en los procesos de inversión, las estrategias de las compañías con este foco medioambiental, social y de gobernanza, irán cada vez a más.”
Como reflexión final, quedaría debatir sobre las prioridades dentro de estos parámetros… ¿Cómo creéis que podemos hacer una adopción de estas estrategias sin dejar a nadie atrás? Os leo.
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