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Buenas prácticas para reactivar la economía

El otro día leí una entrevista muy interesante a Finn Kydland, premio Nobel de Economía en 2004, en el que establecía, de manera muy simple, las claves para la recuperación de la economía después del coronavirus: retener el know-how y mantener el capital humano. Así de simple. Según el autor, esa es la única forma de generar valor en una economía. El saber hacer de cada empresa es lo que impulsa la competitividad y la productividad y para no perderlo es necesario contar con instrumentos financieros que aseguren la liquidez. Y, en consecuencia, la pervivencia de los negocios.

Las semanas de confinamiento han propiciado el cierre de gran parte de la economía mundial y han dejado un futuro incierto. El FMI vaticina ya una contracción mundial del 3 % para 2020. A mayor duración de la cuarentena, mayor dificultad para recuperar la economía. En consecuencia, los gobiernos de todos los países afectados por la pandemia han intentado buscar un equilibrio entre controlar el virus e impedir una gran depresión mediante estrategias de desconfinamiento progresivo.

La semana pasada la mayoría de países europeos empezaron a anunciar un levantamiento de las políticas de confinamiento para recuperar gradualmente la normalidad. Una desescalada que no producirá para todos los mismos efectos sobre la economía, dado que las medidas tomadas por los estados distan de ser simétricas. 

El confinamiento inteligente para no dejar caer la economía

La cuarentena inteligente es una alternativa que apela a la confianza en la tecnología y en la autodisciplina de la sociedad para contener el virus sin aplicar restricciones severas a la población y sin ahogar la economía. Este enfoque del confinamiento más selectivo es defendido por el economista Steve Hanke, que establece que cuanto más estrictas sean las medidas, más cerca estaremos de un colapso económico.

Excepto España e Italia, que han aplicado un confinamiento que ha parado prácticamente toda la actividad económica y social, el resto de estados europeos ha permitido, en mayor o menor medida, que sus ciudadanos salgan a la calle manteniendo la distancia de seguridad. Otros países como Suecia o Bielorrusia han abogado por la estrategia de no aplicar ninguna medida restrictiva, siguiendo el ejemplo de Corea del Sur. A pesar de la disparidad en las políticas, todos los países afectados han diseñado un plan económico para contrarrestar los efectos negativos. Aquí os pongo el ejemplo de la gestión de algunos estados europeos que han destacado por dedicar un gran porcentaje de su PIB a medidas de inversión y rescate de la economía: Alemania el 60 %, Dinamarca el 13 % y Reino Unido el 17 %. Además, también podríamos mencionar a Francia o a Italia, que han invertido el 23 % y el 21 %, respectivamente. España, que ha destinado un 11 % de su PIB, no está entre ellos ya que, en mi opinión, el Gobierno debe “ponerse las pilas” e inyectar más liquidez.

Aquí os pongo el ejemplo de la gestión de algunos estados europeos que han destacado por dedicar un gran porcentaje de su PIB a medidas de inversión y rescate de la economía: Alemania ha invertido el 60 %, Francia el 23 %, Italia el 21, % Reino Unido el 17 %. ¿Y España? Es el que menos ha destinado de todos: solo un 11 % de su PIB. En mi opinión, el Gobierno debe “ponerse las pilas” ya que tanto las medidas como el importe destinado son insuficientes, y para ello debe inyectar más liquidez para proteger a las empresas y sus empleados. Es algo que ya he pedido en varias ocasiones, al igual que están haciendo las principales patronales del país. Ya es hora de que se escuche la voz de los empresarios y su recomendaciones, que al fin y al cabo son los que crean empleo y los que deberán reconstruir la economía. 

Alemania aboga por la tecnología para hacer frente al coronavirus

El país bávaro es uno de los que ha optado por hacer uso de la tecnología para aislar solo a los contagiados y no causar un cierre total de la economía. Con una media de 350.000 test a la semana, el sistema sanitario alemán no ha colapsado y se ha conseguido doblegar la curva de contagios. Sin restricciones de salidas estrictas, el ejecutivo sí decretó el cierre de los comercios no esenciales, acompañado de un crédito de 750.000 millones de euros para empresas de cualquier tamaño. Asimismo, pusieron en marcha medidas fiscales para asegurar la liquidez de las empresas y las eximieron de los intereses de mora derivados de los préstamos. Medidas que han permitido que el 3 de mayo se pueda comenzar a reactivar la economía paulatinamente. Los comercios, colegios y restaurantes empezarán a abrir manteniendo las medidas de distanciamiento social.

Dinamarca y la economía start-stop

La semana pasada, este país nórdico anunció que empezaría abriendo las guarderías y colegios y que una semana después abrirían los comercios no esenciales, si bien las reuniones de más de diez personas siguen prohibidas hasta mitad de mayo. Aparte del confinamiento inteligente, el gobierno ha aplicado una serie de medidas económicas que permiten a las empresas parar su actividad sin incurrir en más pérdidas que las derivadas de congelar su producción. Este método, conocido como economía start-stop, está diseñado para impedir la quiebra del tejido empresarial. El Estado ha sufragado el 75 % de los sueldos de todas las empresas con riesgos de quebrar, ha garantizado hasta el 70 % de los nuevos préstamos a empresas y ha dispuesto ayudas públicas destinadas a los gastos fijos que las empresas deben afrontar pese a no tener ingresos. Una estrategia que, desde luego, se asimila bastante a las ideas de Finn Kydland. 

Reino Unido, estrategia escalonada e inyección de liquidez

El exmiembro de la Unión Europea actuó más tarde que el resto de sus compañeros continentales. Solo cuando los casos empezaron a aumentar significativamente y tuvo a la comunidad científica en contra, Boris Johnson anunció actuaciones un poco más estrictas. Con una estrategia denominada “del semáforo”, el país irá recuperando la normalidad en tres fases. Se espera que en la primera fase, la verde, las escuelas y los comercios no esenciales empiecen a abrir el próximo 11 de mayo. Un mes más tarde, en la fase amarilla, se reanudará la incorporación al trabajo de forma presencial y, en la misma fase pero sin fecha aún, reabrirán los restaurantes y lugares de ocio. La fase roja solo se aplicará a los mayores de 70 años y a las personas más vulnerables, que deberán estar confinados hasta que exista una vacuna.

Para acompañar a esta estrategia del semáforo, Reino Unido ha aplicado una serie de medidas para proteger y apoyar la economía del país como si se tratase de una guerra. En una acción coordinada con el Banco de Inglaterra, el Gobierno anunció una línea de crédito de 200.000 millones de euros para las empresas, en forma de pagarés para las grandes y de créditos libres de interés para las pymes. Además, para el pago de seguros ofrecieron una línea de subvenciones de hasta 27.500 euros por negocio y eliminaron durante doce meses el impuesto sobre bienes comerciales. De todas estas políticas, la que me parece más destacable es la rebaja a mínimos históricos de los tipos de interés (hasta un 0,10 %) para limitar la contracción de la economía.

El papel de las empresas en la vuelta a la normalidad es fundamental

Al igual que los gobiernos han puesto en marcha medidas para paliar los efectos del virus sobre el tejido económico, las empresas también desempeñan un papel fundamental en la recuperación económica. Como generadoras de riqueza, las ideas desde el mundo empresarial son imprescindibles a la hora de diseñar estrategias para relanzar la economía. 

En uno de mis anteriores artículos, establecía los análisis que tenían que realizar todas las empresas para acogerse a las mejores medidas y garantizar la pervivencia de sus negocios. Pero en este, además de analizar lo que están haciendo distintos países europeos, me gustaría mencionar los aspectos a los que tenemos que atenernos para seguir reteniendo el know-how y continuar generando valor cuando esta situación pase. 

Debe haber un cambio de paradigma en la organización empresarial que tenga como elementos esenciales la tecnología, la sostenibilidad del modelo financiero y la responsabilidad social. La competitividad dependerá de esto. La transformación digital se ha convertido en esencial para el tejido productivo: el teletrabajo y el comercio electrónico han permitido mantener, en muchos casos, la actividad económica; y ganarán terreno a los canales tradicionales de trabajo y de ventas. La anticipación, planificación y gestión de riesgos serán claves para tener unas cuentas saneadas y generar confianza en el mercado. Por último, la labor de ayuda a la sociedad puesta en práctica por muchas empresas no podrá desaparecer, ya que la reconstrucción y la vuelta a la normalidad pasa por el esfuerzo de todos y el valor humano será más importante que nunca.

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