La educación a distancia existe desde mediados del siglo XIX. Primero fue por correspondencia, luego usó las telecomunicaciones (por ejemplo, la Open University británica educaba mediante la radio y la televisión) y finalmente utilizó la telemática (es decir, la educación por medios informáticos que conocemos hoy). Según el experto de la UNED Lorenzo García Aretio, el desarrollo de la enseñanza a distancia en los distintos puntos de la geografía se ha debido a la confluencia entre la necesidad de aprender y los avances sociopolíticos y tecnológicos, además de algunas carencias en los sistemas convencionales de educación.
Si bien las necesidades de educación temprana sí están cubiertas en la actualidad en los países desarrollados, hace años que la enseñanza para adultos (tanto la universitaria como la formación profesional) necesitaba un cambio: no atendía adecuadamente a la enorme demanda de las nuevas sociedades. No solo por el volumen de la demanda sino también por una exigencia creciente de los nuevos perfiles de estudiantes, que demandaban horarios compatibles con sus trabajos o su vida familiar y personal y cierta flexibilidad en el tiempo empleado en completar el currículo. Así que al hecho de que las aulas convencionales estuvieran masificadas había que sumar que no se adecuaban a los requerimientos de los estudiantes y, por si esto fuera poco, que además la calidad de la enseñanza se estaba viendo mermada con esta masificación.
La enseñanza universitaria a distancia empezó en Estados Unidos en los 60 y llegó a Europa una década después. Durante décadas tuvo colgado el sambenito de ser una educación “menor”. Estudiaban de forma telemática aquellos que por algún motivo no podían acceder a la educación presencial. Por ejemplo, personas que se encontraban internas en una cárcel, que vivían en localidades alejadas de las facultades universitarias o que tenían personas a su cargo, por poner algunos ejemplos.
Pero hace tiempo que la educación a distancia se está haciendo un hueco y dando un justo golpe sobre la mesa. Eso ha ocurrido en un momento en el que el esquema tradicional en el que primero te formabas y más tarde trabajabas ha perdido su vigor: ahora, la formación debe tener lugar durante toda la vida profesional de los individuos.
Algunas de las ventajas más relevantes de la educación a distancia son, en mi opinión, estas:
- Favorece la conciliación de la vida profesional y familiar
- Los currículos académicos son actualizados de forma más ágil
- Alivia el problema de la masificación de las aulas
- Es posible llegar a un número mayor de alumnos
- Favorece la participación de distintos profesionales para impartir masterclasses o similares
- Permite la utilización de formatos interactivos: vídeos, podcasts, infografías…
- Se adapta al ritmo de estudio del alumno
- Ahora inversión de tiempo y dinero (al evitar el transporte). En ocasiones las opciones a distancia son además más económicas, pero no siempre es así
- Consigue que los alumnos se habitúen al uso de nuevas tecnologías, tan importante para su futuro profesional
La educación a distancia en tiempos de pandemia
La educación a distancia ha cobrado un nuevo sentido en tiempos de pandemia. Ha pasado de ser una opción a ser, al menos durante los meses del confinamiento más estricto, la única opción posible.
Las entidades que ya estaban fuertemente digitalizadas e impartían gran parte de sus programas online, como es el caso de las escuelas de negocio IE, IESE o ESADE, pudieron adaptarse rápidamente al nuevo escenario. Esta última trasladó 4.200 alumnos al formato e-learning con una cifra de seguimiento del 94 %. La escuela de cocina Basque Culinary Centre pasó a dar sus clases 100 % online. La escuela de negocios EADA, de la cual soy patrono, ofrece desde hace tiempo programas blended (parte presencial y parte online) y másteres online. Además, la escuela ha anunciado sus medidas de higiene para un inicio de curso seguro.
Otras entidades, sin embargo, tuvieron serias dificultades para terminar el curso de manera óptima. No fue fácil tener que actualizar los calendarios o llevar a cabo los exámenes de forma virtual. Algunas han tenido que evolucionar a marchas forzadas sus instalaciones para poder empezar el curso 2020-2021 con garantías.
Los problemas de algunas de estas universidades a las que les ha costado adaptarse, en mi opinión, son los siguientes:
- Universidades muy complejas en su entramado interno
- Excesiva burocracia
- Su cultura aún no es digital y, por tanto, hay mucha resistencia interna
- Faltan planes de inversión en herramientas para su digitalización
- Falta inversión para la formación y el reciclaje del propio claustro de profesores
Como he dicho, esto es algo que varía mucho de unas instituciones a otras. La buena noticia es que creo que aún están a tiempo y que las más rezagadas tienen la oportunidad de revertir la situación. Nos hallamos en un momento de grandes diferencias: cuantas más universidades adapten su modelo a la era digital, es decir, conviertan las debilidades en fortalezas, mejor futuro tendrá la propia universidad y su profesorado y mejor preparados saldrán los alumnos y futuros profesionales.
Harvard, una de las universidades de referencia en la que muchos se miran, impartirá sus clases a distancia durante el siguiente curso académico y mantendrá los mismos precios, defendiendo así que la educación por vía telemática no es menor ni peor que la presencial.
En España sí se va a volver a las clases presenciales pero con medidas de prevención, como la limitación de aforo a un 25 % (que será ampliado hasta el 50 % en las siguientes fases) o la impartición online de aproximadamente la mitad de las horas lectivas (se impartirán de forma presencial preferiblemente las clases más prácticas).
En esta vuelta a las aulas peculiar, con la incertidumbre de si la presencialidad podrá mantenerse, el debate está plagado de dudas en interrogantes como los siguientes.
- ¿Qué efectos tendrá en el avance académico esta nueva situación? ¿Es la educación online realmente equiparable, en todos los casos y disciplinas, a la educación presencial?
- En el caso de los niños y adolescentes, ¿qué efecto habrá tenido la educación a distancia durante el confinamiento? ¿Se verán mermados su interés o su capacidad de atención? ¿Qué ocurriría si algo así se repite o prolonga en el tiempo?
- ¿Están los centros preparados técnicamente para garantizar una retransmisión de calidad? ¿Y los docentes debidamente formados en habilidades tecnológicas para impartir sus disciplinas y atender a sus alumnos online?
- Y la más importante, como apuntaba antes, ¿tienen las universidades y sus docentes la filosofía necesaria para desempeñar su labor con garantías en el nuevo entorno?
Conviene recordar que la tecnología, por sí sola, no basta para que un proyecto de educación a distancia tenga éxito. La formación de los docentes y otro personal administrativo, los recursos y el compromiso de los alumnos, la adaptación de los contenidos al nuevo formato, la docencia personalizada y el cambio de mentalidad son otros factores determinantes para ello.
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